Nefelomancia – Adivinación con la cabeza en las nubes.
Este domingo estaba con mi novia en la terraza tomando solcito después de haber lavado al perro. El cielo estaba hermoso, una mezcla desordenada de nubes de todo tipo. De un lado se podían ver unos finísimos cirrus que caían a veces formando virgas, mientras que en otra parte del cielo desfilaba una serie de altocúmulus stratiformis.
Ese cielo caótico me puso a pensar. El ser humano ha pretendido adivinar el futuro haciendo uso de todo tipo de patrón aleatorio que podía encontrar: el agrupamiento arbitrario de las estrellas en el cielo (astrología), la borra del café (cafeomancia), las líneas de las manos (quiromancia), las hojas de té en una taza (teomancia), y una larga lista de etcéteras. ¿Habrá habido alguna cultura que practicaba la nimbomancia?
El nombre provisorio que le asigné a un hipotético arte de adivinación mediante la observación de las nubes, en realidad era etimológicamente incorrecto. Nimbus es nube en latín, mientras que el sufijo -mancia viene del griego “práctica de adivinación”. El nombre correcto, del cual me enteré al buscar en internet sobre su existencia, es nefelomancia o nefomancia, del griego néfos. Y resulta que, en efecto, la nefelomancia -también llamada neladoracht por los antiguos celtas- realmente existe.
¿Qué es la nefelomancia?
No parece ser una forma de adivinación muy popular y es difícil encontrar información sobre en qué consiste, pero los pasos básicos son evidentes. En un día con buen tiempo, acostarse en el pasto con la vista hacia las nubes. Un libro lo describe como un proceso personal y subjetivo, uno debe abrir la mente, realizar una especie de asociación libre e interpretar las imágenes que se dan en el cielo según el significado que uno le de. “Lo bueno de la nefelomancia”, nos dice un tal Patrick Arundell, “es que no requiere equipamiento costoso y no hay reglas; ¡todo lo que necesitás es liberar tu intuición e imaginación!”
Creo que no hace falta aclarar que cualquier intento de predecir el futuro mediante la nefelomancia es absurdo, pero ciertamente no podría estar en desacuerdo con tirarse con la mirada hacia el cielo y dejar volar la imaginación mientras se observan las nubes. Cada tipo de nube tiene su propio carácter y es divertido ver como bailan en la atmósfera. Los delicados cirros son mujeres elegantes que se pasean con sus mejores vestidos; los pequeños cumulus humilis son como niños jugando en el parque; y el feroz cumulosnimbus es un déspota tirano que destruye todo a su paso. Otras personas tendrán otras interpretaciones...
¿Quién no quisiera acostarse para mirar pasar esta manada de cumulus?
Otros dan instrucciones más precisas. Por ejemplo,”Si ve una nube en forma de cocodrilo es un presagio. Si es parecida a una cara, indica que pronto se reencontrará con un amigo y si tiene forma de elefante presagia éxito económico” o “Ver el arco iris indica que los próximos 12 meses estarán llenos de novedades”. También hay formas tipificadas con sus significados: “Ver gatos en las nubes indica que estás particularmente intuitivo”, “ver círculos en las nubes sugiere un compromiso o matrimonio”. No se a ustedes, pero qué manera de quitarle la diversión.
Una larga y orgullosa historia.
La primera mención que encontré sobre la nefelomancia viene de la Biblia. La adivinación de nubes es mencionada en el antiguo testamento como una práctica prohibida. En la versión literal traducida por Robert Young de Deuterónimo 18:9-14 se advierte en contra del uso de la nefelomancia (énfasis mío):
9 `When thou art coming in unto the land which Jehovah thy God is giving to thee, thou dost not learn to do according to the abominations of those nations: 10 there is not found in thee one causing his son and his daughter to pass over into fire, a user of divinations, an observer of clouds, and an enchanter, and a sorcerer, 11 and a charmer, and one asking at a familiar spirit, and a wizard, and one seeking unto the dead. 12 `For the abomination of Jehovah [is] every one doing these, and because of these abominations is Jehovah thy God dispossessing them from thy presence. 13 Perfect thou art with Jehovah thy God, 14 for these nations whom thou art possessing, unto observers of clouds, and unto diviners, do hearken; and thou -- not so hath Jehovah thy God suffered thee.
Y en Levítico 19:26 también tenemos una advertencia:
26 `Ye do not eat with the blood; ye do not enchant, nor observe clouds.
Para quienes sean cristianos pero también gusten del arte de observar las nubes, cabe aclarar que en ninguna otra versión se habla de los “observadores de nubes”. Según Wikipedia, la palabra que se usa en Levítico y Deuterónimo es “onan” que se traduce literalmente como “nube”, pero siempre hay lugar para la interpretación.
También hay referencias a la nefelomancia en los antiguos griegos. En Hellenic Religion and Christianization c. 370-529 encontramos que la adivinación por medio de las nubes tiene una larga historia en la cultura griega; tradición que sobrevivió a todas las transiciones religiosas. En La vida de Isidoro, Damascio (c. 458-538) cuenta de una mujer llamada Anthusa que vivió durante el reinado del emperador León I (457-474) que conocía “el antiguo arte de la adivinación con las nubes”. Mientras rezaba en dirección al Sol para conocer el futuro, apareció una nube en forma de un godo. Luego se formó otra que creció hasta tener el mismo tamaño, tomó la forma de un león salvaje y, llena de ira, se tragó al hombre. Más adelante, el emperador León I asesinaría a Aspar, rey de los godos y a sus hijos. Desde ese entonces, Anthusa continuaría su arte de mirar a las nubes.
Y este no es el único caso en el que la nefelomancia haría presagios de conquista. Dice la historia que Dathi, rey de Erin (Irlanda) entre 405 y 428, encontrándose en una residencia real en Cnoc-nan-druad (la colina de los druidas), le pidió a su druida que le predijera los eventos de su reinado durante ese año. El druida subió hasta la cima de la colina y, luego de pasar la noche y volver al amanecer siguiente, se dirigió hacia el rey: “¿Está Usted durmiendo, oh rey de Erin y Alban [Escocia]?”. “¿Por qué el título agregado?”, preguntó Dalthi, “Yo no soy rey de Alban”. Entonces el druida le contestó que había consultado “las nubes de los hombres en Erin” y pudo ver que el rey conquistaría Alban, Britania, y Gaul. Y dice la leyenda que la profecía se cumplió.
Persecuciones.
No es de extrañar que la nefelomancia haya sufrido los ataques directos de la Iglesia Católica. En el Canon 61 del Tercer Concilio de Constantinopla (680-681) se la menciona expresamente como una de las artes adivinatorias prohibidas (énfasis mío):
Quienes acudan a hechiceros o a los así llamados magos mayores, o a otras personas similares, con el deseo de averiguar lo que les pueda ser revelado, que sean sometidos a una penitencia canónica de seis años, de acuerdo con lo que los Padres han decidido con anterioridad con respecto a ellos. Cabe aplicar la misma penitencia a las personas que llevan osas u otros animales para burla y perjuicio de los más simples, y uniendo el engaño con la locura, pronuncian adivinaciones sobre la suerte, el destino, la genealogía y muchos otros temas similares; lo mismo se aplica a los así llamados perseguidores de nubes, los encantadores, los hacedores de talismanes de protección y los brujos. Decretamos que quienes persistan en ello y se rehúsen a cambiar de ocupación y no se alejen de estos inventos paganos y mortales, deben ser expulsados de la Iglesia por completo, de acuerdo con lo que prescriben los cánones sagrados. Porque "¿Qué comunión tiene la luz con las tinieblas?" como dice el Apóstol, "¿Y qué concierto el templo de Dios con los ídolos? ¿o qué parte el fiel con el infiel? ¿Y qué concordia Cristo con Belial?" (II Cor. 6:15–16).
(fuente en español y fuente en inglés)
Me gusta el nombre de “perseguidores de nubes” y la amenaza de ser expulsado de una iglesia a la que no pertenezco ni deseo pertenecer no va a evitar que mire a las nubes.
“¿Seguro que me querés excomulgar?”
Se ve que durante los siglos siguientes hubo varios que pensaron como yo, ya que todavía en el siglo XII hay menciones hacia la nefelomancia. Unos cinco siglos después de la dura prohibición por parte de la Iglesia, el canonista Teodoro Balsamón, en su comentario sobre el anterior Canon, observa que
Predicen con las nubes cosas desconocidas por muchos. Algunos miran hacia las nubes, o más bien, cuando se convierten en un fogoso atardecer, fingen aprender la verdad por ellas. De esta nube, cuanto toma la forma de una paloma, dicen que la mala fortuna va a llegar para quien preguntó. De otra nube, cuando toma la forma de un hombre empuñando una espada, predicen guerra. De otra, cuanto toma la forma de un león, predicen la acción de edictos imperiales.
Esta condena hacia los “perseguidores de nubes” resulta curiosa a la luz de la inspiración que tuvo la atmósfera en la iconografía cristiana. Los rayos crepusculares están por doquier en las imágenes religiosas, los nimbos bien podrían ser glorias y también podría argumentarse que uno de los momentos más importantes para el cristianismo, la victoria de Constantino en la batalla del puente Milvio: cuenta la leyenda que la noche anterior a la batalla Constantino soló con un símbolo en el cielo y la frase hoc signo victor eris, con este símbolo resultarás victorioso. El símbolo que dice haber visto es el Labarum. Gavin Pretor-Pinney, autor de la Guía del Observador de Nubes, argumenta en su libro que el símbolo podría haber sido producto de una serie de fenómenos de óptica atmosférica. Pero eso quizás quede para otro artículo.
Sin misticismo pero con nubes.
Es interesante como el ser humano intenta usar cualquier patrón en la naturaleza para adivinar el futuro. Nuestra capacidad para interpretar formas nos hace excelentes identificando tormentas, por ejemplo, pero también nos hace proclives a caer en la superstición.
Tengo que admitir que tengo una visión algo parcial hacia la nefelomancia. Sí, por un lado no deja de ser una manifestación del pensamiento mágico, pero encuentro difícil criticar a alguien por mira al cielo. Lo único que puedo decir es que hay que darle una oportunidad, no a la nefelomancia, sino a la observación de nubes
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