Preservando la ficción del Libre Albedrío.
El blog Bering in Mind de Jesse Bering publicó hace unos días un artículo interesante sobre Libre Albedrío. La cuestión central es que, si bien existen muchas razones para pensar que el libre albedrío contracausal no existe, aparentemente hay razones para no aceptar este hecho incómodo.
A mí no me gusta hablar de “libre albedrío” a secas, ya que muchos usan el término como sinónimo de “capacidad de elección” o “libertad”. Esto sólo genera problemas; está claro que, como agentes conscientes, podemos elegir una cosa por sobre la otra y que, siempre que no haya coerciones externas, somos libres de hacerlo. Al decir libre albedrío contracausal, lo que se está haciendo es redefiniendo el término para eliminar esos problemas y poder centrarse en la verdadera cuestión: Nuestra capacidad de elección, ¿es parte de una cadena causal o tenemos una capacidad de ‘escapar’ de ella? ¿existe una parte de nuestra toma de decisiones que es ‘nuestra’ en el sentido de que es independiente de causas previas?.
Yo sostengo que no, que somos completamente causados (ignorando los efectos cuánticos que no creo que sean relevantes al caso; aún si estos tuvieran efecto en nuestra mente, eso no sería libre albedrío, sería azar) y según el post en SciAm, esta también es la opinión de muchos científicos. Tomando esto como un dato, podemos preguntarnos qué consecuencias (deterministas :P) tendría en la población.
Se hicieron varios estudios al respecto que indican que la creencia de que no existe libre albedrío propicia el comportamiento antisocial. En uno, a un grupo de estudiantes se les puso en una prueba de matemática. Tenían que poner el resultado de las sumas que veían en una computadora. Se les dijo que el programa tenía un pequeño bug que, cada tanto, mostraba los resultados correctos antes de tiempo; si pasaba esto, el estudiante tenía que ser honesto y apretar la barra espaciadora para pasar al siguiente problema (en vez de poner la respuesta que apareció en la pantalla y conseguir los puntos). El grupo fue dividido en dos subgrupos, uno leyó un pasaje del libro The Astonishing Hypothesis de Francis Cicks que cuestionaba la existencia del libre albedrío y el otro, un pasaje del mismo libro en el que no es mencionado. Los resultados fueron que el primer grupo tenía una clara mayor tendencia a hacer trampa que el otro. Un estudio similar mostró el mismo resultado en la tendencia a dar dinero a los indigentes o prestarle el teléfono celular a un estudiante.
Si la creencia en el libre albedrío es beneficiosa para la sociedad, ¿no sería correcto que los científicos no publicaran sus descubrimientos acerca del funcionamiento de la mente? El argumento se parece mucho al ostentado por muchos religiosos y otros no tanto, de que la religión es beneficiosa para la sociedad, que brinda cohesión social y respeto a la moral. Si bien este argumento falla en que su principal premisa es falsa, podríamos explorar qué pasaría si la premisa del primero es cierta.
En mi opinión, en la situación simplista propuesto en Bering in Mind los científicos no deberían publicar estos resultados. Como simpatizante de la ética utilitarista valoro el bienestar por sobre la verdad Pero… ¿qué tan realista es este escenario? La realidad es que las opciones no son sólo difundir u ocultar. También se puede tratar de informar al público que, como dice el autor de uno de los estudios, “el determinismo es compatible con el comportamiento ético”. Lo que hay que estudiar es formas de modificar la conducta de las personas para que entiendan que la negación del libre albedrío trae como consecuencias, un trato aún más ético de los demás.
Quienes actúan mal no son intrínsecamente malos y merecedores de castigos y venganza, sino que son personas dañinas cuyo comportamiento es susceptible de ser modificado mediante técnicas de re-educación. Esto significa que la justicia no tiene que otorgar castigos, sino que las penas deben planearse con la modificación del comportamiento aberrante en mente. La psicología nos muestra que la plasticidad humana tiene un límite, y quizás nunca podamos convertir un psicópata en un miembro productivo de la sociedad. Pero la negación del libre albedrío contracausal, no nos quita el control sobre nuestras acciones, sino que nos otorga el poder sobre el comportamiento del resto.
Aún si ignoramos esta es una falsa dicotomía, el autor falla en otro aspecto. Sólo analiza los efectos negativos de divulgar la información, nunca reconocer qué pasaría si los científicos ocultaran los resultados de sus estudios. En un clima en el que los grupos ideológicos anti-científicos ganan terreno; donde en EE.UU. el 55% de la población no acepta la evolución y sólo el 33% cree en el Big Bang; donde la credibilidad de la ciencia detrás del cambio climático se vio afectada por la forma de hablar de unos científicos. ¿Qué pasaría si se descubre que los neurólogos están ocultando una verdad tan fundamental?
Conclusión.
Como regla general, la verdad siempre es preferible que la mentira. En el caso de la ciencia en particular, la transparencia es de vital importancia. No sólo el método científico depende en la total honestidad de los equipos de investigación, sino no se le puede pedir a la sociedad que financie estudios cuyos resultados quedan ocultos. Más aún, la verdad generalmente es descubierta, por lo que cualquier efecto negativo de su publicación se ve incrementado por las malas consecuencias de su ocultamiento. Por encima de todo, está la falsa dicotomía y la idea de que la sociedad “no puede con la verdad”.
Así que no, señor Bering, los científicos no deben ocultar sus descubrimientos, deben asegurarse de que estos sean correctamente comprendidos.
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