Agua embotellada WTF.

botellasEn la oficina donde trabajo tenemos un dispenser de agua de esos de la gotita. Tiene para agua caliente, agua al natural y agua fría… también tiene, en su parte superior, un bidón de 20 litros. Cada vez que se termina tengo que ir al taller que está en la planta baja, buscar otro bidón y subirlo hasta la oficina. Para colmo, esos bidones son transportados en una camioneta. Mientras tanto, al lado de este aparatejo hay otro, muy ingenioso, que tiene una manija que al girarla hace salir agua de un tubo.

Esto es algo que me molesta desde hace mucho tiempo. Podría decirse que el agua embotellada es uno de los mayores fraudes de la actualidad. En la columna de Scientific American Earth Talk, hoy ponen datos que demuestran cuán ridículo es su consumo. Son datos de EE.UU., pero se puede inferir que en Argentina debe ser similar aunque en menor escala.

Los Estadounidenses consumen anualmente más de 30 mil millones de dm3 de agua de unas 50 mi millones de botellas mayoritariamente hechas de plástico. Se gastan 1,5 millones de barriles de petróleo (237 millones de dm3) para producir las 2,7 millones de toneladas de plástico necesario para fabricarlas. Suficiente para abastecer 100.000 autos (estadounidenses) por un año. En cuanto al costo, llega a ser 1900 veces más cara que el agua de la canilla, aunque el costo del agua en sí representa sólo el 10%; el resto es para cubrir el transporte, packaging, marketing, embotellado… y las ganancias, claro está.

En Buenos Aires, según Wikipedia, 1 m3 de agua de la canilla cuesta $0,66. Por su lado, el bidón de 12 litros que compra mi suegra está $16, es decir, $1333 el m3. ¿Cómo justificar comprar agua que sale 2000 veces más que el agua que sale de la canilla? ¿Por la mayor pureza? Este es un argumento poco convincente ya que el agua de la canilla es potable. El gusto a cloro se le va después de unos minutos (si, como yo, se tiene una botella de vidrio siempre en la heladera) e incluso se le puede quitar con carbón activado o, para los más sofisticados, un filtro hogareño.

Por otro lado, que el agua venga en una botella no significa tampoco que sea de mejor calidad. En EE.UU., sigue la nota en SciAm, el 18% de las compañías no publican la fuente de su agua y un tercio mantiene en secreto sus métodos de tratamiento y filtrado. Si el agua es mineral es posible que tenga un mayor concentración de sodio, algo poco recomendable para las personas con hipertensión o quién prefiera consumir menos sodio. Y no olvidemos el bochornoso (y poco sorprendente) episodio en Inglaterra, donde se descubrió que el agua Dasani no era más que agua de la canilla tratada con un filtrado de ósmosis reversa; el mismo que realiza cualquier purificador casero. Para colmo, esa misma empresa tuvo que retirar del mercado la totalidad de las botellas de ese país cuando se descubrió que tenía bromato, un agente cancerígeno producto de la oxidación del bromuro. Esto no significa que el agua embotellada sea más peligrosa que la de la canilla (también hay casos de contaminación de la red), pero sí demuestra que no es garantía alguna.

Conclusión.

El agua embotellada es, en mi opinión, una estafa. Uno está pagando 2000 veces más por un producto más incómodo, poco eficiente y muchísimo más dañino ambientalmente. No sólo por la utilización de plástico, sino también por la energía necesaria para su transporte.

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