El valor de la pseudociencia.

LogoCEA El lado más obvio de la pseudociencia es su lado obscuro (aunque el oscuro también es muy conocido). Los interesados sobre el tema tenemos grandes recordatorios de la bajeza humana. De esto sobran ejemplos; mientras la ciencia aumenta nuestro conocimiento (tanto haciendo conocido lo desconocido como haciendo desconocido lo que ni siquiera sabíamos que estaba ahí), hay grupos enteros de personas que lo niegan y desestiman. Posiciones tan absurdas y en contra de la realidad que si uno no supiera que son ciertas, pensaría que son una joda, que las vacunas son dañinas, que el agua mágica cura el cáncer. Está más que claro que nada bueno puede salir de todo esto.

Sin embargo hay algo que, al menos yo, tengo que agradecerle a los creacionistas, acupunturistas y negacionistas del mundo: todo lo que se de la ciencia se lo debo a las pseudociencias. Bueno, no literalmente todo pero sí una gran parte. Siempre fui un aficionado a las ciencia y la filosofía pero mi interés y la profundidad de mi conocimiento se dispararon desde que empecé a leer sobre estas extrañas creencias. Y es que para discutir con un creacionista o un defensor de la homeopatía no sólo hace falta conocer los argumentos específicos que utilizan (que tampoco son tantos ni tan variados) sino que también es recomendable saber sobre falacias lógicas, metodología científica y conocimientos básicos de las disciplinas en cuestión.

Por ejemplo, gracias a la homeopatía, acupuntura y otras pseudomedicinas aprendí lo que es un ensayo clínico doble ciego con control de placebo. También fue gracias a ellas me curtí en mis primeras lecturas de papers científicos, aprendí a buscarlos y lograr pasar las barreras de pago. También entendí la estructura del efecto placebo con mucha más profundidad de lo que hubiera pensado. Conceptos como regresión a la media, sesgos experimentales ahora son parte de mi lenguaje cotidiano.

Sin la existencia de los ufólogos no habría conocido la historia detrás de los bellos círculos de cultivo ni hubiera conocido el efecto ideomotor si no fuera porque estafadores profesionales venden varitas de rabdomancia para detectar bombas. También gracias a la distorsión de la ciencia por parte de grupos ideológicos aprendí que muy probablemente no exista tal cosa como un síndrome post-aborto, la diferencia entre el estado vegetativo y estado de mínima consciencia y el fraude de la comunicación asistida.

Debo agradecer también a los “escépticos” del cambio climático porque si no fuera por ellos no habría aprendido lo increíblemente (relativamente) completo que es nuestro entendimiento de las cuestiones básicas del actual proceso de calentamiento global. Si antes pensaba que se trataba de una conclusión basada en la correlación del aumento en el CO2 y la temperatura, nunca me hubiera imaginado las técnicas ingeniosas que existen para atribuirlo.

Finalmente, no habría participado en la fundación del Círculo Escéptico Argentino donde conocí a un montón de gente copada e interesada en la ciencia.

Las pseudociencias y  el pensamiento mágico son, como dice James Randi, patitos de hule inhundibles. No hay motivo alguno para pensar en un futuro libre de ellas y se necesita de un activismo constante para la promoción de la ciencia y el pensamiento crítico. Es como la Reina Roja de Alicia a través del espejo que nos dice que hay que correr constantemente para mantenerse en el mismo lugar. Si somos pesimistas, podemos interpretar esto como una predicción algo lúgubre de que las ideologías anti-científicas están para quedarse. Pero una interpretación más optimista sería ver a las pseudociencias como una motivación extra para que la ciencia, la filosofía de la ciencia y la divulgación científicas sean cada día mejores en lo que hacen y no se estanquen.

Me imagino que esta será la diferencia entre los viejos escépticos que han perdido la motivación y no ven mucho sentido en promover el escepticismo (he conocido un personaje así) y quienes, como Randi, tienen tanta energía como el día que empezaron. Quien busque involucrarse en el escepticismo para cambiar el mundo y eliminar el pensamiento mágico de la faz de la Tierra sólo puede encontrar desilusiones. Es un trabajo arduo con algunas victorias y muchas derrotas sólo para mantenerlo a raya. Creo que es mucho más provechoso y duradero hacerlo por amor a la ciencia, el aprendizaje, las compañías que hace en el camino y -por qué no- la discusión, el debate y las peleas.

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