Recientemente en Argentina se volvió a abrir el debate sobre la despenalización del aborto. La ola en Twitter se sintió fuerte y el actual presidente “habilitó” el debate en el Congreso.

Como siempre los viejos argumentos salen de debajo de las piedras. Ya en 2011 cuando hubo una ola anterior de debate hice una compilación de algunos argumentos. No, un embrión no es igual a un bebé, no, los fetos no sienten dolor y no, definitivamente no existe tal cosa como un síndrome post-aborto. Pero existe un argumento, que noto muy popular y que podría denominarse “el embarazo como forma de castigo”.

Es la idea de que si una mujer quedó embarazada por alguna razón que no sea violación, entonces tiene que llevar el embarazo a término porque es, de alguna manera, su “responsabilidad”. El argumento tiene varias variantes, desde el “si cojiste sin forro y quedaste embarazada, jodete”:

aborto-jodete

hasta versiones un poco más sutiles que apelan al valor de la “responsabilidad”:

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Hay tres problemas fundamentales con este argumento.

Empatía a marzo

Para empezar, la versión más burda ve el embarazo como un castigo que la mujer debe aceptar por haber osado tener sexo. Pareciera que es el análogo a una multa, o ir preso por cometer un delito. Si fuera malpensado, creería que esta noción está estrechamente relacionada a la visión del parto que tiene la Biblia: retribución divina por haber comido del fruto prohibido.

A la mujer dijo: En gran manera multiplicaré tu dolor en el parto, con dolor darás a luz los hijos
– Génesis 3:16

Además de ver el embarazo como castigo, este tipo de afirmación exuda un fuerte odio, resentimiento y falta de empatía hacia las mujeres. En cualquier otro ámbito de la vida, si una persona se encuentra en una mala situación, ya sea por desgracia ajena o por errores propios, suele considerarse deseable empatizar con ella y ofrecer ayuda. ¿A quién se le ocurriría que es más loable decirle a un amigo que “se tiene que joder” por perder la casa debido a malas decisiones en sus gastos en vez de ofrecerle pasar algunas noches en el sofá y, por qué no, consejos sobre economía del hogar?

O, por ponerlo en otras palabras, ¿qué clase de hijo de puta es capaz de opinar que hay que impedirle el acceso a una persona a los métodos para solucionar sus problemas?

Falsa responsabilidad

En la versión sutil, esta falta de empatía queda un tanto suavizada. Ya no se habla expresamente de un “castigo” sino que el argumento se envuelve en la noción de “responsabilidad”.

¿Pero responsabilidad de qué? Si estuviéramos hablando de la responsabilidad de criar a un hijo, el argumento tendría cierto mérito. Es cierto que los padres tienen la obligación de cuidar y educar a sus hijos en la medida que sus medios se lo permitan. Pero no podemos estar hablando de eso, porque cualquier mujer embarazada tiene la posibilidad de dar su hijo en adopción y, así, desligarse de estas obligaciones.

Dado que nadie está en contra de la adopción, hay que asumir que una mujer que “abrió las rodillas y no usó forro” está cumpliendo con su “responsabilidad” si, luego de llevar el embarazo a término, inmediatamente entrega su hijo a otra pareja o al Estado.

La “responsabilidad”, entonces, parece ser únicamente la responsabilidad de parir. ¿Por qué? ¿De dónde proviene esa responsabilidad de cargar 9 meses con un feto que después no se va a ver nunca más? De nuevo surge el fantasma del embarazo como castigo como la única explicación.

Cinturón de seguridad castidad

Pero hay una tercer forma en la que este argumento no tiene mérito alguno y es que parecería ser que el aborto es la única intervención médica que se le puede negar a una persona en virtud de cómo llegó a esa situación.

Nadie dice que “tenés que joderte” y no ir al hospital si te quebraste el brazo saltando en una colchoneta elástica. Nadie pide que sea ilegal la resucitación cardiopulmonar de las personas que salen disparadas por el parabrisas por no usar cinturón de seguridad. Nadie considera que un oncólogo debe ser sancionado si trata a un paciente que fumó 2 atados diarios toda su vida. Dejando de lado la discusión sobre quién debe pagar los costos, ¿dónde está todo el lenguaje de “responsabilidad” que exige prohibir las cirugías coronarias a personas que nunca hicieron ejercicio ni bajaron de peso?

En todos esos casos hay cierta responsabilidad, sí. Y es de interés público incentivar el uso de cinturones de seguridad y los estilos de vida saludables de la misma manera que la educación sexual y reproductiva es una importantísima política de salud pública. Pero, ¿por qué sólo en el caso del aborto se justifica impedir el acceso a un procedimiento médico sólo porque, supuestamente, el paciente tiene responsabilidad de su condición?

El eje del debate está en si un óvulo fecundado tiene derecho a vivir por sobre el derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo. Más allá de eso, cualquier mujer que desee terminar su embarazo debe poder hacerlo legalmente y con seguridad sin importar cómo llegó a esa situación.

La conclusión es simple. No existe una “responsabilidad de parir”.

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