No es un secreto que el feminismo tiene una relación complicada con la prostitución. Esto no es raro ya que es un tema donde convergen un número de valores y cuestiones contrapuestas y distintas personas razonables pueden tener opiniones distintas. Pero lo que me llama la atención al leer la entrada de Perspectivas feministas en el mercado sexual de la Enciclopedia de Filosofía de Standford es una temática que se repite mucho, y no sólo entre los abolicionistas.

Muchos argumentos a favor de la prohibición de la prostitución están anclados en una idea “sagrada” del sexo. Se basan en que la autonomía sexual es fundamental para la persona o que la sexualidad es parte integral de la identidad propia y que, por lo tanto, no debe cederse a cambio de dinero. Dejando de lado otros argumentos y problemáticas sobre la prostitución y sin pretender tener analizar la cuestión en general, no entiendo cómo esta idea tiene tanta tracción.

No sólo no me resulta del todo claro que una prostituta ejerciendo su profesión libremente en un entorno con una estructura legal que la proteja de abusos y vejaciones esté realmente cediendo su autonomía sexual, en vez de haciendo uso de la misma para ganarse la vida. Pero más allá de eso, aun asumiendo que la prostitución inherentemente es una violación a la autonomía sexual, siento un rechazo primordial con esta línea argumentativa que pone al sexo y la genitalidad en un pedestal por sobre otro tipo de identidad personal.

Probablemente haya personas para quienes tener sexo con alguien que no desean o aman es lo peor que les pueda pasar, y está bien. Pero en la infinita diversidad de la experiencia humana, pretender que esto se trata de una verdad universal me parece irreal, condescendiente y arrogante. Hay personas para las cuales la prostitución innegablemente les es preferible que las alternativas e incluso otras que activamente la disfrutan. No voy a decir que no hay personas que entran en ese trabajo por necesidad y sí creo que lo ideal sería vivir en una sociedad donde nadie tenga que ganarse la vida en algo que le disgusta; pero no es la sociedad en la que vivimos.

Pero yendo más al núcleo del argumento, no dudo que para algunos hay aspectos de su vida que son mucho más esenciales a su autonomía, identidad y respeto propio que lo que pasa con sus genitales. Yo preferiría mil veces que me dijeran con quién coger a que me obligaran qué pensar, o qué creencias defender. Me sentiría más sucio si me pagaran por escribir a favor de la homeopatía a que si tuviera que acostarme con alguien sin desearlo.

Un abogado que vende su moral al mejor postor me parece que daña su identidad y autonomía en mayor medida que una persona que recibe dinero por tener sexo. ¿No sería una afronta mucho peor a la integridad personal trabajar para un diario escribiendo artículos con una bajada de línea completamente opuesta a las verdades y valores que uno considera importantes?

Aceptaría de mucho mejor grado tener una hija prostituta a que si su trabajo fuera vender cigarrillos a los niños mientras hace lo posible para ocultar la relación entre el tabaco y el cáncer; es decir, preferiría que sea puta a que sea una hija de puta.

gracias por fumar

Esto no quiere decir que estos trabajos sean peores en todo sentido. Especialmente en una sociedad donde el trabajo sexual está marginalizado y estigmatizado, el creativo publicitario que tiene que mentir sutilmente sobre las propiedades de un producto posiblemente gane más y trabaje en mejores condiciones y con menor riesgos que la prostituta que tiene que estar horas parada en la calle expuesta a los abusos de la policía. Pero si hablamos únicamente de violaciones a la identidad personal, trabajar de consultor para Coca Cola posiblemente sea peor que cobrar por una revolcada para un acérrimo marxista.

De dónde surge esta idea tan común en entre feministas y la población en general no lo sé. Arriesgaría a decir que es un resabio de una cultura religiosa donde el sexo es tabú. O será que al querer que las mujeres tomen control de su propia sexualidad, se olvidan que decidir lucrar con ella es también controlarla. Es posible que el origen de todo esto sea la dificultad de aceptar la libertad de las personas a hacer cosas que desaprobamos. Quizás sea una noción que provenga del psicoanálisis, el cual pone al sexo en el centro del ser humano. No sé; me declaro demasiado ignorante sobre el tema como para hacer un diagnóstico histórico.

Venga de donde venga, rechazo todo argumento que plantee a la prostitución como inherentemente más dañina que otros trabajos para la integridad de la persona. Quizás haya otras razones para la prohibición o abolición, pero esa no es una.

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