Cowspiracy es una película sobre veganismo. En particular, una película que busca convencer a su audiencia de que lo mejor que puede hacer para salvar el medio ambiente es dejar de comer carne y todo producto derivado de los animales. Como vegetariano, tengo un cierto grado de afinidad por esa tesis; se puede elegir, es preferible una dieta que implique la menor cantidad de sufrimiento y muerte animal posible. Pero como persona racional con respeto a la verdad, Cowspiracy es un claro ejemplo de por qué no hay que usar documentales para informarse sobre temas controvertidos.

vaca

En su calidad cinematográfica, el documental es realmente malo. La narración está hecha con un tono particularmente soporífero y la actuación en cámara se resume a un tipo sentado en un sofá leyendo mails haciéndose el sorprendido e indignado. No es un documental que tenga una narrativa sólida que mueva los hechos sino más bien un pastiche de entrevistas con supuestos expertos y animaciones ilustrando estadísticas.

Y en las estadísticas es donde está la, ejem, carne del asunto. Porque para sostener su posición de que la cría de ganado es la mayor amenaza al medio ambiente del planeta, cada 5 minutos nos bombardean con números, estadísticas y factoides que buscan impactar. ¿Son correctas, válidas o pertinentes? A los realizadores no parece importarles demasiado.

Por ejemplo, es sabido hace décadas que la actividad ganadera es una fuente de gases de efecto invernadero importante, por lo que contribuyen al calentamiento global. Los rumiantes generan grandes cantidades de metano, que es unas 25 veces más potente que el dióxido de carbono para calentar el planeta. Además, se usa energía en todas las etapas de la producción.

Sin embargo, es completamente falso que el sector ganadero sea responsable del 51% de las emisiones de gases de efecto invernadero como afirma la película. No es trivial estimar el número real, pero el consenso de la evidencia es que está en torno al 15%; que no es poco. La figura del 51% proviene de un estudio no científico que fue ampliamente refutado y rechazado por la comunidad de investigadores. En el mismo se tomaron todas las decisiones posibles para exagerar las emisiones del sector ganadero en comparación con el resto de las actividades humanas.

Si el dato principal de la película no sólo es falso sino que es, en mi opinión, intencionalmente engañoso, ¿qué hay que decir de las estadísticas auxiliares que buscan impactar aún más al televidente?

Todas las estadísticas sobre el uso del agua están mal. Todas. No es que sean técnicamente falsas sino que se usan de forma engañosa. El documental hace extenso uso del concepto de agua virtual ; que se define como el agua utilizada para la producción de un bien. El problema es que, si bien es un indicador válido, es engañoso mostrarlo como un índice de daño ecológico. Principalmente, el problema es que la enorme mayoría del agua virtual es agua “verde”, esencialmente agua de lluvia que cae en los cultivos y hace crecer las plantas.

Cuando la película dice, entonces, que para producir un litro de leche hay que usar mil litros de agua, oculta que más del 90% es agua de lluvia que es casi “gratis” y que en gran medida vuelve al ambiente como parte del ciclo del agua.

Existen otras estadísticas que no sólo se dan totalmente sin contexto, sino que las propias fuentes del documental parecen refutar. Por ejemplo, busca asustarnos con la enorme cantidad de materia fecal que produce el ganado, con imágenes (en serio) de una ciudad entera cubierta de una pasta marrón mientras miles de personas corren por sus vidas. La voz en off nos dice que en EE.UU. se producen 116.000 toneladas de estiércol por segundo. Sin embargo, en la página web del documental linkean a un documento donde se estiman 335 millones de toneladas por año de desechos; lo que equivale a poco más de 10 toneladas por segundo.

Aún más importante es que sea cual sea la cantidad de caca producida por el ganado del mundo, no hay forma de saber si es mucho o poco si no se pone el dato en contexto. Dado que no estamos cubiertos de bosta de vaca, cabría concluir que se trata de una cantidad manejable.

Más o menos por la mitad, Cowspiracy es invadida por unos minutos de Fishpiracy y nos adentramos en la problemática del consumo de pescado y productos del mar. Pero el cambio de temática no viene acompañado por un cambio en la veracidad de las estadísticas. Repiten el mito de que los océanos van a quedar sin peces en 2048 (falso) e ignoran que la principal amenaza de los tiburones no es la pesca accidental sino el comercio de aleta de tiburón.

surfer

El surfer es tan tonto que considera que los problemas ambientales en los océanos son multicausales y complejos. Cómo se le ocurre pensar que no existe una única solución fácil para todo.

También hablan de la captura accesoria  (bycatch) y hacen la falsa afirmación de que por cada kilo de pescado para consumo, se sacan 5 kilos de captura accesoria. Este número proviene de un informe de FAO de 1996 que estima que la relación en promedio y a nivel global es de 0.35 kilos de descarte por cada kilo de pesca. La relación de 5 a 1 es sólo para la pesca de mariscos. En otras palabras, el documentalista agarró un estudio y tomó la cifra más grande que encontró e ignoró todas las demás.

Todo esto es la parte de “cow”, pero mezclado durante todo el documental está la parte de “spiracy”. El equipo del documental entrevista a diversos representantes de organizaciones ecologistas y muestran que, o no saben nada sobre la problemática de la ganadería o… están ocultando algo. ¡Conspiración!

Para ser honestos, la parte de la conspiración es tan débil y poco desarrollada que dudo mucho que los propios realizadores lo crean realmente. Especialmente considerando que la información es fácilmente accesible, pública y que organizaciones como Greenpeace tienen secciones enteras dedicadas a, por ejemplo, el impacto en la agricultura en la deforestación del amazonas. Lo mismo con la WWF.

Las organizaciones ecologistas no son santos de mi devoción. En general, opino que son organizaciones basadas en ideología y que usan la ciencia para promover sus intereses en vez de como guía. Greenpeace, en particular, es completamente anticientífica cuando se trata de transgénicos. Pero tengo que defenderlas ante los ataques de Cowspiracy. Ni el documental muestra evidencia de una gran conspiración ni hay razón para pensar que la haya.

Y este problema de la ideología también afecta a los responsables del documental. El mismo está basado en el libro Comfortably Unaware publicado por el dentista Richard Oppenlander (referido como Dr. en la película sugiriendo que tiene un título sobre algo relacionado con el medio ambiente) quien tiene una marca de comida vegana. Para estar tan preocupado con una conspiración este conflicto de intereses no se menciona nunca en todo el documental.

Si existe una subrepresentacón de ciertas problemáticas relativamente triviales en detrimento de otras más importantes, es más probable que sea por la mencionada base ideológica o porque ,al depender del apoyo popular, las organizaciones ecologistas a atacar los problemas que crean que van conllevar más apoyo, más allá de si son los más importantes o no. Más aún, opino que muchas de esas organizaciones se dan cuenta de algo que parece escaparse a los creadores de Cowspiracy: que la gente no quiere dejar de comer carne pero sí quiere usar energías renovables.

Y esto va a la raíz de la tesis del documental. La película hace afirmaciones sobre el gasto de dinero y el tiempo que tardaría cambiar la matriz energética, pero en ningún momento calcula cuánto tardaría y cuánto costaría que todo el mundo dejara de comer carne. Es un problema económico, ya que hay partes enormes de nuestra infraestructura que habría que cambiar, y social, ya que es difícil modificar las costumbres de miles de millones de personas.

Es más fácil poner un hombre en la Luna que convencer a los negacionistas del alunizaje. De la misma manera, es muy posible que sea más fácil desarrollar e implementar nuevas tecnologías que hacer un planeta vegano.

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